No intentes enterrar el dolor: se extenderá a través de la tierra; se filtrará en el agua que hayas de beber y te envenenará la sangre.
Las heridas se cierran, pero siempre quedan cicatrices más o menos visibles que volverán a molestar cuando cambie el tiempo, recordándote en la piel su existencia, y con ella el golpe que las originó. Y el recuerdo del golpe afectará a decisiones futuras, creará miedos inútiles, tristezas arrastradas, y tú crecerás como una criatura pagada y cobarde.
¿Para qué intentar huir y dejar atrás la ciudad donde caíste? ¿Por la vana esperanza de que en otro lugar, en un clima más benigno, ya no te dolerán las cicatrices y beberás un agua más limpia? A tu alrededor se alzarán las mismas ruinas de tu vida, porque allá donde vayas llevarás la ciudad contigo. No hay tierra nueva ni mar nuevo...
Lucía Etxebarría
"Beatriz y los cuerpos celestes"
Premio Nadal 1998
(Barcelona, Ed. Destino, 2006)
miércoles, 28 de noviembre de 2007
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